Ah, aquellos días dorados en los que podías filosofar sobre temas espinosos sin preocuparte de que una horda enfurecida en X o Instagram te cancelara antes de haber terminado tu café de la mañana. Hoy, entre filtros, cancelaciones express y visitas al Mercadona a las 19 horas, es casi imposible hablar de temas tan “sensibles” como el sadomasoquismo sin que te caigan con todo.

 

Rodolfo Ramos Álvarez
¿Todos los filósofos eran hedonistas?

Pero, en el fondo, ¿no es eso parte del juego? Al fin y al cabo, el sadomasoquismo nos recuerda que el placer y el dolor, al igual que la corrección política y la libertad de expresión, tienen una relación más íntima de lo que nos gusta admitir.

Michel Foucault: abanderado de lo auténtico

Michel Foucault es considerado un abanderado de lo auténtico no porque abogara por una autenticidad en el sentido tradicional de la palabra, sino porque su pensamiento y trabajo se centraron en la crítica radical de las estructuras de poder, normas sociales y discursos que definen lo que se considera «verdad» o «normalidad» en cualquier sociedad.

Desenmascaramiento de las estructuras de poder

Foucault no aceptaba las verdades establecidas sin cuestionarlas. Su trabajo revela cómo las instituciones y los discursos que parecen neutros o naturales (como las prisiones, los hospitales, la sexualidad, etc.) están profundamente imbricados en relaciones de poder. En este sentido, promovía una forma de autenticidad que consiste en estar consciente de las fuerzas que nos moldean y en resistirlas en lugar de aceptarlas pasivamente.

Resistencia a las normas

Para Foucault, ser auténtico significaba resistirse a las normas sociales que nos dictan cómo debemos comportarnos, pensar y sentir. En sus escritos, especialmente en su obra sobre la sexualidad, muestra cómo las normas no son naturales, sino construidas, y cómo pueden ser desafiadas y transformadas. Ser auténtico, en la visión foucaultiana, es rechazar las identidades impuestas y explorar formas de vida alternativas.

Cuidado de sí mismo

En sus últimos trabajos, Foucault exploró la idea del «cuidado de sí mismo» (epimeleia heautou) que se remonta a la filosofía antigua. Para él, ser auténtico implicaba un proceso continuo de autoformación y autoconocimiento, en el que uno se construye a sí mismo, en lugar de ser construido por las expectativas externas. Este enfoque es una forma de autenticidad en la que el individuo se convierte en un sujeto activo en la creación de su vida y su identidad.

Crítica a la noción de «verdad» única

Foucault también es visto como un abanderado de la autenticidad porque rechazaba la idea de que existiera una única «verdad» que todos deben aceptar. En cambio, argumentaba que la verdad es una construcción social y que las verdades dominantes son aquellas que han sido legitimadas por el poder. Al cuestionar estas verdades, Foucault promovía una forma de autenticidad basada en la libertad de pensar y ser diferente.

Rodolfo Ramos Álvarez
collage con Foucault como un rockero, vistiendo una camiseta con el lema «Sado? Yes, I do».

El Marqués de Sade: Ya tú sabes

Si Foucault es el rockstar, el Marqués de Sade es el punk de la filosofía. Este tipo no tenía miedo de llevar las cosas al extremo, y su obra sigue siendo un recordatorio incómodo de que a veces la filosofía se mete en lugares oscuros, no porque deba, sino porque puede. En un tiempo donde hablar de “libertinaje” puede causar más revuelo que un spoiler de la última serie de moda, Sade nos invita a pensar en qué significa realmente la libertad. ¿Y si resulta que, al final del día, todos tenemos un poco de sádico en nosotros, aunque sea en nuestros más inocentes likes y retweets?

Rodolfo Ramos Álvarez
El Marqués de Sade es el que más sabe

Placer y Dolor

El sadomasoquismo es una deliciosa paradoja filosófica: encontramos placer en lo que, supuestamente, debería ser doloroso. Pero, ¿no es eso exactamente lo que hacemos cada vez que nos aventuramos en debates filosóficos en las redes sociales? Nos lanzamos al campo de batalla sabiendo que alguien, en algún lugar, se va a ofender. Pero lo hacemos de todos modos. ¿Por qué? Porque el dolor de la confrontación es a veces el precio del placer de decir lo que realmente pensamos, aunque eso signifique recibir una buena dosis de corrección política en respuesta.

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