Cuando Karl Marx soñaba con el comunismo, probablemente no imaginó que su revolución terminaría teniendo un «Made in China» estampado. Sin embargo, China ha llevado la bandera del comunismo, aunque con un giro tan único que hasta el propio Marx necesitaría un mapa para navegar por ella.

En China, el comunismo ha tenido más cambios de look que Madonna en los ochenta. Empezó con Mao Zedong, quien decidió que la mejor manera de alcanzar la utopía era deshacerse de todo lo antiguo. ¿Templos antiguos? Demasiado viejos. ¿Tradición? Demasiado anticuada. ¿Agricultura? Vamos a industrializarla (lo que, bueno, tuvo unos resultados un poco «mixtos»).

Después de Mao, llegaron líderes como Deng Xiaoping, quien introdujo la idea radical de que tal vez podría ser comunista y tener un segundo plato al mismo tiempo. Deng proclamó que «no importa si el gato es negro o blanco, siempre que cace ratones», lo cual es básicamente filosofía pragmática con un toque felino. Así, China comenzó a abrirse al mercado, mientras seguía siendo tan roja como siempre, solo que con más centros comerciales.

Hoy en día, China es una superpotencia económica con un comunismo de «marca registrada», que incluye iPhones, Starbucks y una cantidad sorprendente de multimillonarios para un país que oficialmente aboga por la igualdad. Esto ha llevado a algunos puristas a preguntarse si esto es lo que Marx tenía en mente cuando hablaba de un paraíso obrero. Es posible que no, pero en defensa de China, al menos han logrado que su versión del comunismo sea menos aburrida que un manual de tractor soviético.

Filosóficamente, esto nos deja con una gran pregunta: ¿Es el comunismo chino realmente comunismo, o es simplemente capitalismo con un sombrero muy rojo? La respuesta podría ser tan complicada como un plato de tallarines: depende de cómo lo mires y de cuántos giros quieras darle.

En resumen, el comunismo en China es como un panda en una tienda de porcelana: grande, llamativo y tratando de no romper todo mientras busca su lugar en el mundo moderno. Y al igual que el panda, tiene su encanto, siempre y cuando no mires demasiado de cerca las cifras de la bolsa de valores.