Rodolfo Ramos Álvarez

Los antiguos filósofos griegos se rompían la cabeza tratando de encontrar el sentido de la vida, reflexionando sobre conceptos como la eudaimonía (la vida buena y plena). Hoy en día, el sentido de la vida parece haberse reducido a una cifra: el número de likes en tu última publicación de Instagram.

Rodolfo Ramos Álvarez
¿Cuál es sentido de la vida?

Platón estaría horrorizado, Aristóteles confuso, y Nietzsche… bueno, probablemente se reiría. Así que hoy, monos peinados y con teléfono en mano, vamos a desentrañar este misterio contemporáneo: ¿Hemos cambiado la búsqueda de la verdad y la belleza por una simple validación en redes sociales?

Platón y el filtro de Valencia

Si Platón viviera hoy, ¿creéis que publicaría selfies en la caverna mientras nos explica cómo solo estamos viendo sombras en nuestras pantallas? Probablemente no. Platón nos hablaba del mundo de las Ideas, una realidad superior a la que solo unos pocos sabios podían acceder. En el 2024, sin embargo, parece que la única idea superior es encontrar el ángulo perfecto para hacerte una foto en la playa con el filtro de Valencia.

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Platon Influencer

La realidad es que estamos más preocupados por cómo nos perciben los demás que por la verdad en sí. Platón creía que el amor nos podía guiar hacia la verdad absoluta. Hoy, el único amor que parece movernos es el que se refleja en los corazones que aparecen debajo de nuestra última publicación.

Aristóteles: la vida buena y los stories de 24 horas

Si alguna vez has leído a Aristóteles, sabrás que este tipo estaba obsesionado con la virtud. Para él, la vida plena consistía en encontrar un equilibrio entre el exceso y la carencia. Pero si aplicamos la ética aristotélica a la vida moderna, parece que el «justo medio» se ha transformado en no publicar ni demasiado poco (porque nadie te recuerda), ni demasiado (porque te consideran un pesado).

La eudaimonía que Aristóteles buscaba, una vida llena de propósito y significado, ha quedado relegada a la ansiedad de ver si tu historia de 24 horas fue lo suficientemente interesante como para captar la atención de tus seguidores. Así que la pregunta filosófica clave de nuestro tiempo es: ¿Cuál es el número justo de stories para alcanzar la felicidad?

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Aristóteles buscando un like

Nietzsche y el superinfluencer

Y aquí es donde Nietzsche entra en la conversación. El autor del concepto del superhombre probablemente vería a los influencers como las figuras dominantes de nuestro tiempo. ¿Quién necesita a un profeta de la voluntad de poder cuando puedes tener a alguien que te vende un curso de mindfulness por 50 euros? En lugar de superar nuestras limitaciones humanas, parece que nuestra «voluntad de poder» se ha transformado en un deseo incesante de relevancia social.

Nietzsche creía que teníamos que destruir los valores establecidos y crear los nuestros propios. Pero en vez de «crear» nuestras propias normas, ¿no será que estamos siguiendo la receta de lo que vende mejor? Aquí no estamos superando obstáculos profundos o buscando trascendencia, estamos luchando para tener más engagement.

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Friedrich Nietzsche presentador de realities

¿Eudaimonía o dopamine rush?

La búsqueda de la felicidad y el sentido de la vida ha cambiado. En lugar de contemplar el universo y nuestra existencia, nos encontramos obsesionados con el algoritmo de Instagram, buscando esa dopamina instantánea que nos da el reconocimiento digital. No es que esté mal querer compartir momentos o sentirnos valorados, pero tal vez hemos confundido el significado profundo con lo superficial.

Los griegos antiguos dedicaban sus vidas a la búsqueda de la sabiduría y la verdad. Nosotros dedicamos nuestros días a buscar el mejor filtro y a comprobar si tenemos suficientes seguidores para que nuestro contenido sea relevante. Si Aristóteles nos viera hoy, probablemente diría: «Esto no era lo que tenía en mente cuando hablé de la vida buena.»

Rodolfo Ramos Álvarez
Selfie filosófico

Entonces, ¿cómo recuperamos el sentido en la era de Instagram? Puede que la respuesta no esté en eliminar nuestras cuentas ni en demonizar las redes sociales. Tal vez se trate de recordar que el significado de nuestras vidas no puede medirse con likes ni seguidores. Que la verdadera eudaimonía no viene de una pantalla, sino de conectar profundamente con quienes somos y con el mundo que nos rodea.

Porque al final, el sentido de la vida no se encuentra en la cantidad de likes que consigues, sino en cómo vives cuando el Wi-Fi se cae.

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