Imagínate a Sócrates, Platón y Aristóteles en una moderna cafetería, debatiendo sobre quién debería pagar la cuenta. Sócrates, siempre el agitador, cuestionaría el concepto mismo de «pagar». ¿Qué es pagar? ¿Podemos realmente poseer dinero? ¿No es todo propiedad de los dioses? Mientras tanto, los camareros revolotean nerviosos, preguntándose si alguna vez verán el color del dinero.

Platón, por otro lado, estaría demasiado ocupado describiendo la cafetería ideal, donde las tazas de café son formas perfectas y el café es simplemente una sombra pálida de un café divino. En su República del café, los filósofos-reyes elegirían el grano perfecto y solo los guardianes tendrían permitido operar las máquinas de espresso, garantizando así la justa distribución del café.

Aristóteles, práctico como siempre, sacaría una aplicación en su teléfono para dividir la factura según la cantidad exacta que cada uno consumió, argumentando que la justicia es dar a cada uno lo que corresponde. Después de todo, ¿por qué debería pagar por los extras de Platón, que probablemente ordenó la bebida más cara y elaborada del menú?

Mientras Sócrates cuestiona la esencia del dinero, haciendo que un par de clientes reconsideren sus carreras en finanzas, Platón ya está redactando un diálogo sobre la cafetería, haciendo analogías entre los granos de café molidos y las almas trituradas por la sociedad. Aristóteles, cansado de la falta de acción, decide pagar toda la cuenta, citando su Ética a Nicómaco: la virtud está en el acto y en facilitar la vida en comunidad, y pagar simplemente es lo más eficiente.

En el camino de regreso a la academia, Sócrates seguiría murmurando sobre si realmente saben algo sobre el café, Platón ya estaría planeando una secuela del diálogo en su cafetería ideal, y Aristóteles estaría escribiendo una nueva sección en su ética sobre la «virtud de pagar la cuenta» y cómo esto contribuye al bienestar de la polis.

Y así, entre debates filosóficos y risas, los tres grandes filósofos nos enseñan que, aunque sus enfoques pueden diferir radicalmente, todos comparten un amor por el pensamiento profundo… y quizás, solo quizás, una buena taza de café.