Bienvenidos al maravilloso mundo de la economía digital, donde las criptomonedas no solo son el último grito de la moda financiera, sino también el escenario perfecto para un drama digno de Shakespeare. La opacidad de las criptomonedas y todo el oscuro mundo en el que se desenvuelve pueden ser tan entretenidos como una novela de Kafka, pero con más ceros y unos.
El lunes estuve en una ponencia sobre criptomonedas y fraude fiscal y me ha dado que pensar. De ahí el tema de esta nueva entrada al Blog.
¿Por qué lo llaman fondos ilícitos cuando es dinero negro?
Las criptomonedas, en teoría, nos iban a liberar del yugo de los bancos centrales. En la práctica, son el sueño húmedo de cualquier delincuente financiero. Aquí la pregunta filosófica es: ¿La transparencia es un valor absoluto o solo un molesto estorbo en el camino hacia la anarquía financiera? Imaginen a Bentham y su panóptico observando a la Deep Web. ¿Qué pensaría de un sistema donde el anonimato es la norma y la rendición de cuentas es una fantasía lejana?
¿Como pagas el diezmo de algo intangible e inatrapable?
Ahora, hablemos de impuestos. Las criptomonedas han traído consigo un sinfín de quebraderos de cabeza fiscales. ¿Cómo tributar algo que puede cambiar de valor más rápido que el humor de un adolescente? ¿IVA, IRPF, Impuesto sobre Sociedades? A Nietzsche le habría encantado este caos, viendo cómo el superhombre financiero se enfrenta a un Estado que no entiende ni el blockchain ni los memes de Dogecoin. ¿Es una criptomoneda un bien, una divisa, o una broma que se nos fue de las manos?
El Euro Digital: ¿una distopía al estilo de Orwell?
Y llegamos al plato fuerte: el proyecto del euro digital. Si 1984 nos enseñó algo, es que la centralización del poder nunca acaba bien. Pero aquí estamos, considerando un futuro donde el dinero digital, controlado por las instituciones, reemplaza al efectivo. Rousseau debe estar retorciéndose en su tumba, pensando en cómo la libertad financiera individual está siendo sacrificada en el altar de la modernidad. ¿Estamos preparados para este Brave New World donde tu banco central sabe hasta si compraste una pizza con extra de queso?
Creo que la reflexión se hace necesaria sobre la realidad de lo que deseamos que sea la economía digital. En la Administración, como siempre, dentro del mundo tecnológico, la regulación llega a trompicones y tarde. Tengo la sensación de que se quiere poner orden en las criptomonedas como quien intenta atrapar arena fina entre sus manos, de forma que con suerte, algo queda, pero la mayoría se escurre entre los dedos.
La transición hacia una economía digital y el uso creciente de criptomonedas nos obliga a replantear nuestras concepciones de valor, intercambio y justicia. Y mientras nos debatimos entre la utopía tecnológica y la distopía financiera, recordemos siempre: la filosofía, con su capacidad para cuestionar y reimaginar, es nuestra mejor arma en este gran circo digital.