Imagina que estás en un supermercado, por ejemplo, Mercadona. Pero hoy los productos no son alimentos, sino valores como la justicia, el amor, la verdad y el honor. ¿Suena extraño? Bueno, eso es más o menos cómo Max Scheler, un filósofo alemán bastante serio con un bigote igualmente serio, veía el mundo. Por eso no iba al Mercadona, dicen.
Max Scheler: ¡Vamos de compras!
Scheler no era un comprador común. Él creía que los valores tienen un orden objetivo, como las ofertas en la tienda, algunos son más «caros» (importantes) que otros. Así que se imaginaba paseando por los pasillos del supermercado de la ética, eligiendo cuidadosamente los valores que deberíamos priorizar en nuestras vidas.
Mientras empuja su carrito, Scheler pasa por el pasillo del «egoísmo» y frunce el ceño.
Max Scheler: No, no, eso no debe ir en mi carrito. ¡Es de baja calidad!
Luego llega al estante del «amor», y sus ojos se iluminan.
Max Scheler: ¡Ah! Aquí tenemos un producto de primera necesidad. ¡Definitivamente esto va en el carrito!
Siguiendo por el supermercado, Scheler va clasificando los valores. La compasión y el respeto hacia los demás tienen un lugar especial en la parte superior del carrito, mientras que la vanidad y el orgullo apenas si caben en algún rinconcito olvidado.
Max Scheler: La ética no se trata solo de saber qué es bueno, sino de sentirlo, ¡como cuando sabes que encontraste la mejor oferta!
Finalmente, llega a la caja para pagar. Ahí, cada uno de los valores que ha seleccionado se evalúa no solo por su «precio» sino también por cómo interactúan entre ellos en la cesta.
Max Scheler: ¿Ves? ¡Crear una buena moral es como hacer la mejor combinación de compras!
Y así, con su carrito lleno de los mejores valores, Scheler nos muestra que elegir lo que es éticamente «bueno» no es muy diferente de elegir los mejores productos: requiere discernimiento, sensibilidad y, por supuesto, un buen ojo para las ofertas especiales.