Cuando miramos las estrellas en una noche despejada, la pregunta eterna vuelve a surgir: ¿Estamos solos en el universo? Es una pregunta que ha fascinado a filósofos y científicos por igual, y si bien la ciencia busca respuestas en las ondas de radio y los exoplanetas, la filosofía nos invita a un viaje más introspectivo y, a veces, cómicamente desconcertante.

Imagina por un momento a Platón y Aristóteles debatiendo sobre extraterrestres. Platón, con su amor por los mundos ideales, quizás argumentaría que en algún lugar debe existir la forma perfecta de vida extraterrestre, quizás seres que nunca olvidan dónde dejaron las llaves. Por otro lado, Aristóteles, siempre con los pies en la tierra, demandaría pruebas, quizás esperando que algún E.T. antiguo se presentara en Atenas para un debate público.

Saltando a tiempos modernos, la discusión se torna aún más interesante con los avances tecnológicos. El SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) escucha diligentemente los cielos, buscando señales de radio que puedan indicar inteligencia extraterrestre. Pero mientras esperamos, la filosofía nos ofrece un espacio para reflexionar sobre lo que significa realmente estar «solo» en el universo.

Esto es el CETI de Melilla. No confundir con el SETI

¿Es la soledad cósmica una señal de que somos únicos, especiales en el vasto cosmos? ¿O es más bien una llamada de atención sobre nuestra propia insignificancia en la infinitud espacial? Estas preguntas filosóficas pueden ser tan inquietantes como divertidas. Imagina explicar a un posible extraterrestre por qué los humanos pasan tanto tiempo viendo a otros humanos jugar con balones en la televisión. «Es una cuestión de tribalismo cósmico,» podrías decir, esperando que no te tomen por representante de toda la lógica terrestre.

Por otro lado, la posibilidad de no estar solos también plantea preguntas éticas interesantes. Si encontramos otra forma de vida, ¿cómo interactuamos con ella? La historia humana con nuevas «descubrimientos» no siempre ha sido la más ética. ¿Podríamos, por una vez, evitar repetir los errores del pasado a una escala interestelar?

Y aquí entra el humor cósmico, porque mientras discutimos estas profundidades filosóficas, quizás en algún rincón del universo, otra civilización está teniendo la misma discusión, preguntándose también si están solos y si los seres de otros planetas también tienen una obsesión inexplicable con las series de televisión o las fotos de comida en redes sociales.

En conclusión, la pregunta de si estamos solos en el universo nos invita a mirar hacia las estrellas con una mezcla de esperanza, curiosidad y un sentido de humor galáctico. Después de todo, en un universo tan grande, sería bastante aburrido ser los únicos que se ríen de los chistes sobre la vida extraterrestre. ¿No crees?